martes, 27 de noviembre de 2012

ZAPATOS DE CABALLERO EN IMAGEN PERSONAL






  ASESORIA DE IMAGEN PERSONAL



   CRONICAS   DE UN PELUQUERO



LOS ZAPATOS DE   CABALLERO EN IMAGEN PERSONAL





                Es evidente que no todas las personas estamos de acuerdo con nuestra disposición corporal ya que no es algo sobre lo que podamos decidir, si no, que es un proceso que exclusivamente depende de los genes siendo ajeno a nuestra voluntad. Pero, es más, a veces caemos en contradicciones hasta en la forma de vestir y esas decisiones si las toma cada cual con relación a sus gustos o preferencias. Terminamos de comprarnos una prenda y en cuantas ocasiones, solo llegar a casa, la confinamos en cualquier rincón de nuestro armario y nos olvidamos de ella para siempre. Por ser de una talla grande, porque nos resulta pequeña, por su color o por su hechura, casi siempre por estética. Esto, si cabe, nos ocurre más de una vez con los zapatos, porque no siempre se nos adaptan a nuestra necesitad, ni física ni ornamental, puesto que los pies no dejan de ser instrumentos vitales de nuestra constitución y nuestra imagen.

               Y, si bien es cierto, hubo otra época, ahora distante, en la que nada de esto admitía ningún tipo de objeción. Los primeros zapatos que se utilizaron no eran, como es evidente, según los conocemos en la actualidad. Se cree que eran simples bolsas articuladas con pieles de animales con la única intención de administrar el beneficio más conveniente para los pies, considerando en ese favor la protección, tanto, de la mala huella como de la climatología adversa, en especial durante la era glacial.

               Pero, mientras los cambios se han ido sucediendo, nos queda la certeza que aquellos zapatos que más se asemejaban a las colecciones que hoy se disputan su vigencia, surgieron en Babilonia. Estaban ensamblados con piezas de cuero sin curtir y mediante unas cintas o cordeles, adquiridos de análoga materia, los ajustaban a los pies. Sería en Tiempos del imperio griego cuando las mujeres de clase alta, en tímidos atisbos de altanería, tratan de marcar distancia por su manera de calzarse.

                Aunque será durante el dominio romano cuando los zapatos empiezan a encajar en su verdadera horma, “concurre en ello tanta realidad que hasta se crea el gremio de zapateros”, y poco a poco, siglos más tarde, han de convertirse en símbolo de vanidad y en el componente que imprime verdadera distinción en aquellas gentes de un estatus social determinado en la Europa más desarrollada.

                En la actualidad, la evolución de los medios técnicos y el hallazgo de nuevos materiales, para su elaboración, están permitiendo numerosos diseños y distintas calidades acomodando el mercado a la medida de todas las economías. Y el cuero, que fue la materia prima originaria, ha quedado restringido para el auténtico zapato de calidad. Reservado para gustos exquisitos y en otros casos, para lucirse en actos de relevancia determinada.

               Y es que el calzado, no es un elemento más en la imagen de la persona. Es tan importante hacer una buena elección en la compra de unos zapatos, que aquellos que no se concilien con las pretensiones de la indumentaria y con las exigencias de cada momento, según las distintas circunstancias, por mucha calidad que proyectemos mostrar en el resto de nuestra vestimenta, el conjunto quedará completamente desvirtuado con el consiguiente perjuicio para el decoro y la imagen de quien lo lleva.

                Entre los distintos y variados modelos de zapatos para cubrir nuestras necesidades se encuentran, entre otros: los Oxford y los Derby, en sus diferentes estilos y formas. Apropiados y recomendados para vestirse con traje y en ocasiones formales. Y los infinitos modelos que abarcan los mocasines, más indicados para combinaciones casuales o indumentaria de esport. Capaces de adaptarse a cualquier época del año por sus distintos géneros y condiciones, desde los Tassel a los conocidos como piel vuelta.

               Para centrarnos en que tipo de zapatos, para qué eventos o forma de vestir, debo resumir que será la cantidad de adornos y detalles que se incorporen a ellos los que determinarán la formalidad, o no, de los mismos y con arreglo a eso sabremos las ocasiones en las que será más apropiada su presencia.

                Pero siendo difícil escoger entre todas sus formas y modelos, no lo es menos en la decisión de los colores y al igual que los trajes, si es de noche o a partir de ciertas horas de la tarde, la elección más conveniente será siempre el color negro. De la misma manera que esta opción será siempre la acertada custodiando al traje negro.

                Otra norma elemental, es la que contempla no vestir con traje oscuro unos zapatos que aporten colores claros. Así, el marrón oscuro combina intachablemente con el traje azul marino y el color denominado, comúnmente, color vino, puede compatibilizar el traje azul y el traje gris. Peo no es menos cierto que ninguno merece ser lucido una vez agotada la luz solar. Y al igual que los dibujos y adornos recargados en los diseños de los zapatos, cuanto más claro sea el color más formalidad estará sustrayendo al resto de los elementos que se incluyen en el conjunto.

                Sin perseguir excederme, me queda después de lo expuesto como un apunte final, ya que existen ocasiones en las que todos descuidamos las formas, para aquellas personas que gustan, principalmente en verano, de transgredir esas pautas y se ponen de igual modo unas chancletas de dedo que un deportivo con tacos, como mejor opción les sugiero: apuesten por las sandalias a ser posible de piel, eso si, sin calcetines. .

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