viernes, 27 de abril de 2012

EL SENTIDO DEL TACTO EN IMAGEN PERSONAL




ASESORIA DE IMAGEN PERSONAL


CRÓNICAS DE UN PELUQUERO

 EL

SENTIDO DEL TACTO EN IMAGEN

PERSONAL




          El tacto es el mecanismo sensorial más dilatado del que goza el género humano. Este sentido es, quizá, el menos reflexivo de todos, uno de los más subjetivos y persistes y es probablemente el más primitivo de los que poseemos, porque cuando un embrión carece de otros sentidos como el del oído o el del olfato ya es capaz de revelarse al tacto.

          Nuestros receptores del tacto se denominan: mecano-receptores, termo-receptores y quimio-receptores puesto que responden a estímulos mecánicos, térmicos y químicos. Todos ellos manifiestan sus reflejos en la piel donde a su vez se encuentran integrados un importante número de capilares, arterias, glándulas sudoríparas, folículos pilosos y diferentes tipos de detectores como: Meissner, que es el responsable del tacto más elemental. Paccini, que delata la presión. Krausse, nos advierte del frío. Ruffini, que nos alerta del calor y, aquellos terminales libres por los que experimentamos el dolor.

           Aunque el sentido del tacto sirve para la estimulación y placer carnal, para percibir el dolor, tanto leve como profundo, nos indica y orienta sobre la temperatura corporal así como de los movimientos de las articulaciones para la asesoría de imagen personal son más importantes las percepciones mecánicas y térmicas que absorbe la extensa superficie de nuestra piel. Algunas de las percepciones más habituales que cada día experimentamos se producen a través de los saludos, en el estrechamiento de manos, mediante el abrazo y/o con el tan divulgado beso social, que suelen acompañarse de gestos cariñosos o no tanto, determinando con ello el grado de aprecio o satisfacción entre las personas saludadas.

           La intensidad, la presión, las formas, en general, con las que ejecutamos los saludos, nos servirán para dar o recibir información, se incluirán, en esa pesquisa, algunos detalles o referencias como: la percepción sobre determinadas características de la indumentaria de ese momento, se propicia la ocasión para disfrutar, si cave, en el breve instante del saludo, de una tez sofisticada o tal vez la experiencia, nada grata, de un cutis tan estriado como agreste y la posibilidad de sopesar, quizá, la fuerza embrutecida de una mano masculina o la frágil y delicada sensación de la cuidada epidermis femenina, sin obviar que la sensibilidad de las mismas con el aumento generalizado de la tensión propaga y estimula la secreción de sudor.

           Dependiendo de que edad, estamento o educación el saludo, mediante los besos, se interpreta como una forma normalizada de proceder y al igual que el estrechamiento de manos debe hacerse sin violentar y con discreta premura, es decir, sin apropiarnos de la mejilla de la persona besada.

          En tiempos pretéritos el significado de los besos no solo era algo simbólico sino, también, un atisbo sagrado. Decía Voltaire, que los primeros iniciados al cristianismo hacían demostraciones de su hermandad con la práctica de los besos en todas las comidas que celebraban en los lugares de culto. Del mismo modo, han sido utilizados desde siempre los besos vinculados a los ritos, como son todos aquellos que abarca el ceremonial religioso: a los escapularios, al suelo considerado santificado o a las imágenes. Y aquellos que preceden a la traición como los de Judit al general asirio Holofernes antes de cortarle la cabeza y que supondría la victoria de los judíos a punto ya de rendirse. En un contexto diferente se encuentra el beso amoroso, el relacionado con los sentimientos resultado del deseo y, posiblemente, el acto más reconfortante que se experimenta a través del tacto es el beso en la boca entre personas que se aman.

           Lo que el individuo siente a través de la piel es mucho más significativo de lo que la generalidad pensamos. En este sentido, Edwar Hall, hacía la siguiente reflexión: la resistencia, el endurecimiento como de coraza entre el contacto no deseado, o los vaivenes excitantes y continuos de la textura de la piel durante el acto de amor, así como la cualidad aterciopelada de la subsiguiente satisfacción, son mensajes que se transmiten de un cuerpo a otro y poseen un significado universal.

           En momentos inmediatos al saludo, como acto reflejo y no consciente, realizamos otros gestos que, más bien, persiguen distinto propósito, son una huída hacía adelante en un deseo irrefutable de aliviar o relajar la situación. Forman parte y se encuentran entre algunos de estos gestos: apurar el cigarrillo, acariciar la nariz o hacer algún ademán de acomodar el cabello.

           Es conveniente puntualizar que, además de servir a la conducta del saludo, el apretón de manos se utilizó durante mucho tiempo para sellar importantes y diferentes acuerdos aunque, en la actualidad, se haya desvirtuado esa razón confiriendo dichos acuerdos a firmas y documentos impresos. Esta presión, sobre la mano, no debe hacerse ni muy fuerte ni suave, con cierto apremio en los impulsos y si bien es cierto que existen unos comportamientos sociales generalizados para el saludo, todo aquello que se utiliza de forma intuitiva, como fuerza de la costumbre, con el paso de los tiempos se queda vacío de contenido perdiendo su más preciado significado.

           El concepto sobre el tacto abarca, ineludiblemente, el espacio vital que todos necesitamos, según nuestras normas sociales pueden servirnos de referencia unos 50 o 60 centímetros de distancia, los cuales no deben ser propasados sin la anuencia absoluta o mientras el escenario no lo demande. En este sentido del respeto a la barrera íntima de protección y a las distancias tan necesarias para no sentirnos incómodos, Edwar Hall, describe y puntualiza una amplia información sobre realidades diversas.

           Atendiendo a los saludos es preciso conocer que al acometer dicha acción, aunque de forma inconsciente, podemos mostrar rechazo ya que en nuestro cerebro se ubica la cualidad del recuerdo y todas nuestras vivencias se pueden memorizar, máxime, si se refrenda la acción. Quiero poner como ejemplo el saludo a las personas que tardan en soltar la mano o aquellas que, por diferentes razones, manifiestan transpiración o baja temperatura. Luego, si nos preocupa la imagen y con ello el saber estar, otorguemos al saludo la dicha de los detalles, tanto en respeto, formas y cortesía.

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