jueves, 18 de noviembre de 2010

LOS PERFUMES



ASESORIA DE IMAGEN PERSONAL


CRÓNICAS DE UN PELUQUERO

LOS PERFUMES

          Algunas teorías sostienen que la leyenda del perfume se viene forjando desde fechas tan remotas como la Prehistoria, desde que el hombre encendió su primera hoguera y tuvo ocasión con ello de apreciar y distinguir los diferentes aromas que, como resultado de la combustión y mezclados con el humo, de esta se desprendían. Pero si bien es cierto, los primeros perfumistas de los que se tiene constancia fueron los sumerios (3500 a, C.) aunque este nombre, perfume, sea muy posterior, adquirido de los romanos, del latín “per fumare” que era así como pedían sus deseos a los dioses, a través del humo y sus distintos olores derivados de la calcinación de ciertas materias vegetales entre las que se hallaban: el sándalo, el tomillo, la salvia o el enebro. Porque ahumar quemando determinadas especias imaginaban, entre otras cosas, que era una forma de prevenir sus enfermedades e incluso, mucho más tarde, en la Edad Media, las grandes epidemias las seguían tratando con humo pestilente que procedía de la quema de algunas hierbas y maderas.

          También, existe la creencia que los perfumes producen efectos afrodisíacos. Esta palabra, como es sabido, procede de Afrodita, diosa griega del amor, según la mitología surgida de Aphrós, (espuma del mar) después de que Crono cortara los genitales a su padre, Urano y los arrojase a las aguas marinas.
Es conocido, además, que los primeros afrodisíacos eran sustancias cuyo olor evocaba al de las secreciones de los órganos sexuales, tanto masculinos como femeninos. La mayoría de los afrodisíacos deben su fama a la magia o la superstición, sin embargo, parece cierto que existen algunas fórmulas que estimulan el apetito sexual, o propician ese ambiente de bienestar que le favorece, entre las que se encuentran los perfumes y aceites esenciales.

          Se consideran afrodisíacos, a esos olores cálidos que, generalmente, proceden de especias o flores como: la canela, el anís, el cardamomo, la hierbabuena. La rosa o el jazmín, por citar algunos.

          El jazmín tiene una fragancia deleitable y su efecto ha sido acreditado desde la época de los primeros sultanes de oriente. El aroma de la vainilla cálido y dulce, a la vez que sutil, lo utilizaban como afrodisíaco los aborígenes precolombinos que, en sí mismo, le suponían merecedor de los propios dioses. Por su parte el jengibre, es de olor fuerte a la vez que estimulante y sus propiedades afrodisíacas se potencian si se fusiona con algunos aceites que suavicen ese olor. No es menos seductor el efecto de la rosa, es público y notorio que la distinguida Cleopatra tomaba baños de leche y miel con abundantes pétalos de rosas. La mayoría de los griegos y los romanos de linaje se ungían con aromáticos aceites al finalizar su baño. Por su parte los egipcios le dieron tanta importancia al perfume que dependían de el y pensaban que sin perfumarse su tiempo estaba perdido. En el otro extremo los judíos del antiguo testamento a quienes les prohibieron perfumarse bajo pena de muerte, fue el propio Moisés quien prohibió su utilización para el uso profano

          En culturas como la Persa, la Egipcia, la griega o la Romana, debe advertirse que, tanto hombres como mujeres hicieron uso abusivo de los perfumes. Se sabe que Alejandro Magno perfumaba las habitaciones con tan solo su presencia. Y de los sacerdotes egipcios existe la certeza que aromatizaban las estatuas de sus dioses y literalmente envolvían sus oraciones en fragancias. El sándalo o el incienso eran empleados para ese fin (productos que hoy siguen siendo base fundamental de muchos esencias.)

          Pero mas que para oler bien, durante siglos y a partir del renacimiento, se utilizaron los perfumes para encubrir la falta de higiene y en especial las clases más altas que, como nota curiosa, no se cambiaban de traje hasta que este estaba completamente inservible y para poder soportar los hedores convirtieron en moda y costumbre la constante inhalación sobre pañuelos impregnados con abundante perfume. Cuenta la Historia que el Rey Enrique IV de Francia solo se lavó una vez en su vida, con motivo de un baño que se dio en el Sena.

          En la actualidad el perfume, como elemento que ineludiblemente vinculamos al olfato, forma parte de la imagen personal e integrado así, como un componente más, su elección nunca debe ser arbitraria, puesto que en esta elección se refleja parte de la personalidad del individuo. Es por ello relevante la atención sobre aquellas indicaciones que puedan ayudar en la orientación para su mas adecuada utilización.

          Relacionándolos con las prácticas varoniles en la Historia no muy lejana, estos se limitaban a utilizar, única y exclusivamente, aquellos productos de perfumería que como norma formaban parte de las exigencias del afeitado. Pero en los últimos años se han ido cambiado los hábitos, en cuanto a la utilización y al consumo de los mismos y se ha anexionado el perfume a la cultura masculina como ingrediente indispensable de la imagen y cuenta Pascual Iranzo que los perfumes permiten establecer en el sujeto una evidente relación con su carácter.

          Según algunas lecturas, un perfume vulgar de aroma simple, será el escogido por las personas carentes de identidad y de escasa iniciativa.

          Las personas sosegadas y de lánguidos reflejos utilizarán aquellas fragancias más exóticas y embriagadoras.

          Los perfumes despersonalizados con exigua sensación ni proyección estarán reservados para quienes no se preocupan o descuidan su aspecto.

          Las colonias infantiles tendrán preferencia para los grupos que avivan temores de inmadurez y escaso carácter.

          Los perfumes actuales con notas insinuantes, serán sin reserva los escogidos por las personas dinámicas y singulares.

          Los aromas que en cuyo contenido estén presentes las esencias frutales tendrán preferencia para quienes son entusiastas e innovadores

          Las gentes de carácter alegre y extravertido se inclinarán por aquellas lociones que se denominan frescas.

          Y por último, las fragancias maderadas prevalecerán, de manera indiscutible, entre los grupos más sexy, en su afán por cautivar


          También al color elegido para los perfumes se le atribuye que desvela parte de la personalidad de quien lo consume.

          VERDE: para quienes piensan que la vida es todo virtud y se sirven de su variedad.

          ROSA: indica individualidad y pocos perjuicios para emprender nuevas sendas.

          NARANJA: para personas afables como reclamo a las relaciones sociales.

          AMARILLO: para gente muy positiva que no anda con titubeos para abrirse a los demás.

          VIOLETA: Para quienes gozan de cierta personalidad y propio criterio.

          BLANCO: este color implica orden y claridad.

          AZUL: para personas conservadoras, cautas y con velada elegancia.

          MARRON: para gentes que gozan de cierto carácter, sólidas ideas y a la vez se muestran cercanas.

          Pero como datos más objetivos es conveniente añadir que, hacia los 20 años se alcanza la capacidad olfativa más perspicaz, un poco antes sin querer generalizar, en torno a la pubertad se eligen aromas sugerentes y tenues buscando la analogía con los recuerdos queridos procedentes de la infancia, aunque sin ser fiel a ninguno de ellos. Hacia los 30 años, principalmente la mujer se inclina por los perfumes maderados y especiados, más tentadores, eróticos y maduros. Además deja de experimentar con varios y se define por su predilecto. Pasados los 40 años las capacidades olfativas se empequeñecen, entre otras cosas, por el menoscabo de estrógenos, ello hace que se opte por perfumes más intensos, aquellos de notas florales. Y a partir de los 50 años todo lo anterior se enfatiza, la elección de los perfumes se hace ahora, no tanto para transmitir aromas, si no para disfrazar olores. Se debe tener presente que utilizar un perfume apestoso o embriagador no es la mejor forma de presentación, en cuanto a mostrar buena imagen, por el contrario, hay que ser cautos y moderados y estos no deben ser percibidos cuando se superen los veinte o treinta centímetros de distancia.

          En la elección del perfume cabe puntualizar, también, que todos se componen de una pirámide olfativa con unas notas de salida, las que olemos nada más abrirlo que suelen ser las más ligeras y frescas, tienen unos minutos de duración, sus componentes son los más etéreos: cítricos, lavanda, afrutados o verdes. Unas notas medias o de núcleo que duran escasas horas, establecen la entidad de la fragancia y responden a componentes florales, aldehídicos, chipre o fougére. Y por último unas notas de fondo más penetrantes y profundas, son las de más larga duración, pueden persistir hasta ocho o diez horas, estas tienen características de adhesión y engloban a tres grupos de componentes: maderados, de ahí el pachuli, el sándalo, el cedro, vetiver, musgo de encina etc. Resinoides desde incienso, mirra, benjuí, ládano etc. Y almizclados y notas animales como civeta, castóreo o ámbar gris.

          Enfocados al consumo y acreditada su implicación en la imagen, los empresarios del perfume en sus diferentas maneras de mercadeo, relacionan los distintos aromas con personajes notorios o estereotipos: sofisticados, urbanos, sensuales, elegantes, deportivos, etc. para que cada uno/a pueda identificarse con una fragancia determinada entre la inmensa variedad que existen en el mercado, desde aguas de colonia (más ligeras y adecuadas durante el día) hasta toda la gama de bálsamos mucho más concentrados y generosos, que con estudiadas campañas de marketing y exquisitos diseños de sus envases este preciado líquido, que fluye por nuestra piel, se ha constituido y goza de un gigantesco negocio.

1 comentario:

Tomás Hijo dijo...

No me extraña que aquella poetisa te dijera lo que te dijo. Muy interesante blog, y una joya para documentarse sobre estos temas. Volveré de seguido.
Un abrazo, camarada.

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