lunes, 14 de febrero de 2011

ANTECEDENTES DE IMAGEN



ASESORIA DE IMAGEN PERSONAL

CRÓNICAS DE UN PELUQUERO


ANTECEDENTES DE IMAGEN


          Aunque en España no se haya reconocido ni reglado hasta su publicación en el B.O.E. 12/03/96, como merecedora de ser enseñada y aprendida, la asesoría de imagen personal no es una ciencia moderna aunque si desconocida o no esgrimida en lo más amplio de la expresión.

          Pero para situar el sentido de la imagen,. cronológicamente hablando, hemos de remontarnos muchos siglos atrás, tendríamos que retroceder hasta la Prehistoria, cuando hombres y mujeres, de escasos recursos, utilizaban pieles, a modo de taparrabos, para cubrirse, arcillas con diferentes pigmentos para pintarse, conchas, uñas y dientes de animales para ornamentar su figura. Antes, incluso, de que el período glaciar creara la necesidad de la aguja, que debió ser, de espinas de pescados o de fragmentos óseos de las bestias o piezas que cazaban para, con ella, confeccionar atuendos de más abrigo, en función de la necesidad y la exigencia estética del momento.

          Según las investigaciones realizadas por historiadores, arqueólogos y antropólogos, a través de imágenes y distintos vestigios encontrados de las diferentes etapas, que pueden dar fe de tal evidencia, el concepto de imagen y asesoría de imagen surge en el mismo instante en el que los seres humanos, de aquella época, sienten la necesidad de reclamar o modificar algunas prácticas de conducta para determinados hechos o actividades, bien a través de la indumentaria o de otras formas de expresión, que podían ser cánticos o bailes así como tinturas, coronas y todo un sin fin de atuendos y de abalorios, de contenidos dispares, con los que decoraban o adornaban el conjunto de su figura. Justificaban de esta manera y mediante esos códigos de conducta la identidad de desiguales eventos y los cubrían de autenticidad.

          Es conveniente significar que no sucedía de forma casual ni estrepitosa, si no que era estudiado, dirigido y guiado en todo momento por la figura del maestro de ceremonia, que era la autoridad conocedora, sobre como mantener y aplicar el orden y aquellas normas no escritas, ya fuera por posición o por las distintas maneras de comunicación, orales o corporales y en función de los diferentes actos, rituales o ceremoniales, que a su manera y en su época celebraban.

          Hacia los siglos VII y VIII a d C. El pueblo de Babilonia sin cesar en esa preocupación por el aspecto, con la experiencia del pasado y algunos recursos más, introduce el color y las decoraciones en sus prendas de vestir. Atrás han quedado las pieles y ahora se visten con túnicas de lana o lino a las que incorporan laboriosos bordados, brillantes y otros adornos.

          El delicado culto por la belleza que mostraron los egipcios, sin desdeñar los avances estéticos adquiridos de culturas anteriores, se verá dignamente reforzado por la extensa evolución que adquirieron con los cosméticos, obtenidos con aceites y resinas de productos naturales (hasta ese momento exiguos y de tosca elaboración) Cabe decir, entre otras cosas, que serán los promotores en la implantación y la aplicación del maquillaje facial, a su cultura de la imagen. Las mujeres velarán sus pómulos con colores anaranjados, de rojo carmesí dispersarán sus labios y con el procedimiento del kohl harán de sus ojos antojada seducción en perfecta sintonía con la diáfana y suave muselina con la que cubrían su cuerpo.

          Sin disipar la estela de las sapiencias nacientes ni el pertinaz espíritu buscando la perfección la floreciente Grecia además de un gran imperio, también, se reencarnó en la belleza. Tanta fue la importancia que otorgaron al cuidado de su cuerpo y tanta la obstinación que los cánones a seguir no aceptaban la grasa ni los pechos regios. No en vano el filósofo Apolonio dejó escrito: no se encuentran en Atenas mujeres viejas ni feas. Los primeros estudios sobre la proporción y la expresividad, corporal y facial, datan de aquellas fechas.

          Para los romanos del siglo I el cuidado personal tampoco se privó de importancia. La práctica de la depilación, el peinado y el maquillaje tuvieron la misma incidencia en hombres como en mujeres. No obstante, debido a las conquistas territoriales la estética se vio sometida a diversas influencias, en especial la germana con las invasiones de Julio cesar, desatándose así, la locura de las mujeres romanas en sus pretensiones por aclarar sus cabellos y tener blanca su piel. Ovidio escribiría el primer tratado sobre belleza y alentaba a la mujer a cuidar su tegumento.

          Superada la etapa de sencillez y de austeridad vividas con la llegada del cristianismo, puede que como idea equívoca de riqueza o trivialidad, las corrientes del renacimiento Italiano despiertan nuevas pasiones por gobernar el aspecto, contagiados, por la sensibilidad estética y artística de aquella época. Uno de los percusores en esta lucha será Leonardo Da Vinci con toda su obra y en especial su tratado sobre las proporciones que, de manera inequívoca, persigue la perfección corporal y por añadidura la buena imagen. El ideal de belleza reclamaba y fomentaba un cuerpo de pronunciadas curvas, nimias cejas y la piel blanca.

          Agotado este tiempo se impone el júbilo del barroco y es Francia la dueña de las nuevas formas. Son ahora los monarcas, gobernantes y nobles los que dictan la renovada estética. La moda se desarrolla dando lugar a prendas como la casaca y el calzón, zapatos altos, plumas en los sombreros y recargados cuellos de encajes para los hombres. Las mujeres despliegan exuberantes escotes y faldas con amplios vuelos que necesitan el auxilio de miriñaques (estructura de alambre para dar holgura a las faldas). Los peinados son voluminosos y notorio el exceso en el uso los de perfumes.

          La estética del siglo XX mucho más variada, estará vinculada, ineludiblemente, a las figuras de Hollywood, la referencia a seguir y como máximo exponente, para las damas, Marilyn Monroe que con su cabellera rubio platino fue considerada la rubia más sexy, decían, de toda la historia, aunque la realidad de su pelo se debiera al color castaño

          Con todas estas referencias y alusiones ornamentales, en un escueto recorrido por la historia, lejos ha quedado el maestro de ceremonia y ahora lo que se prodiga es el personal shopper o el asesor de imagen para enfrentarse con éxito, en su lucha personal, a una sociedad exigente y codiciosa e incluso de fingida realidad y estoy seguro que acontece recurrir a la siguiente reflexión, que en su día declamara el poeta Le Fontaine: tres personas coexisten en mi a la vez, quien yo creo que soy, quien los demás creen que soy y quien en realidad soy.

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